Una lista de lugares que puedes visitar si te gusta la naturaleza, el senderismo, la fauna, y la ecología en general.
Hay algunas ocasiones en la vida en las que sientes que un momento por mínimo que sea tiene una importancia suprema en tu vida y en forjar tu personalidad.
Recuerdo en cierta ocasión, en unos de mis super mochileos aventurados, en que viajaba en un tren por el Amazonas. Era un tren muy pobre y el viaje era eterno ya que eran días arriba del tren. Como anécdota te contaré que en la noche había que apagar las luces de los vagones. Ya que las polillas se metían por las ventanas... Que tiene de malo esto? Que eran miles y eran gigantes, como una paloma! y ustedes se preguntaran si no hubiese sido mas fácil cerrar las ventanas. Pues lo hice y créanme cuando les digo que a los 5 minutos de ESE calor, lo de las polillas no era nada tan mala idea. Si la gente andaba con una toalla en el hombro, para secarse a cada rato la transpiración. Pero luego vino lo peor....se metían los MURCIÉLAGOS a cazar las polillas...GLUP!! Imagínense el tamaño de esos animalejos, si las polillas ya eran grandes! No pegue un ojo en toda la noche, no estaba lejano quedarte dormido y despertar con uno de esos bichos prendidos en mi cuello!!!
Pero lo que te quería contar ocurrió en uno de los miles de caseríos de mierda en medio de la nada, en los que se detenía el tren. Esos breves minutos eran aprovechados la gente del pueblo, quienes saltaban a vender cuanta cosa se te ocurriera. Estaba mirando por la ventana y de repente vi a un niñito. Pooooobre como la miseria misma, que andaba vendiendo no se que fruta en un lavatorio de metal todo machucado. El pobrecito tenía no se qué enfermedad que se le notaba en su cuerpecito raquítico, caminaba cojeando y era como dobladito. Andaba apenas cubierto con una polera...que uf! El peor de mis estropajos era mas limpio y menos rotoso!! Su polera estaba llena de hoyos, y el cuello estaba tan jetón que le llegaba al ombligo. Salte de mi asiento y metí la mano a mi mochila y saqué la primera que pillé que resulto ser mi mejor polera Nike, lo pensé por 1 microsegundo y dije:- "A la chucha! la necesita mil veces mas que yo". Lo llamé, y me puso sus frutitas delante sin hablar, le dije:- "Toma pruébatela"- se la puso, y le quedaba gigantesca, tan gigantesca como la alegría que vi en el brillo de sus ojitos y en su sonrisa diente por medio que ya le llegaba a las orejitas. -"Te queda bien, ya anda a seguir vendiendo antes que se vaya el tren" - le dije. Se dió media vuelta, sin decir nada, no sé , tal vez no podía o no sabía hablar. No me dijo nada pero sentí como una ola de gratitud con solo verle su rostro sonriente.
Bueno acá viene el detalle que me da vuelta el corazón y se me nubla la vista al recordar.
2 años mas tarde , hice el mismo viaje, se me había olvidado la situación. Después de varias horas el tren paró en un caserío de mierda en medio de la nada, miré y pensé, esto ya lo conozco, como preguntándome porque se me grabó en mi mente un lugar con tan poca gracia. El niño!! recordé... Y me asome medio cuerpo por la ventana a ver si lograba verlo, nada, no se veía en la masa de pueblerinos vendiendo sus cosas. Comienza a avanzar el tren y de repente un color celeste inconfundible alcancé a divisar a la distancia...era la famosa polera...era él. El niño que después de dos años seguía vistiendo la misma ropa para trabajar y llevar el sustento a su casa!!! :( ..no alcance a decirle nada!! Solo verlo, vivo, me bastó!! Créanme cuando les digo que yo he hecho regalos mucho más co$to$o$ que una simple polera, pero éste es uno de los más importantes que he hecho. Ojalá en el futuro vuelva a hacer ese viaje, ya no iré tan desprevenido.
Como soy ilustrador infantil, siento una gran conexión con los sueños infantiles, esta navidad pasada la pase en medio del Amazonas (para variar), estaba en una cocinerías, y llovía mucho, era 24 en la noche...de pronto llegó una viejita "huara" (indígena) con un niñito pequeño que andaba a pies pelados a vender ataditos de frutas, nadie le compraba así que fue mas lejos dejando al niño cuidando el saco, fui y le compré un autito, el chico rayó. Llegó la viejita y en no se que dialecto le preguntó por el autito, el vendedor le respondió no sé que cosa y me apuntó a mi. La viejita empezó como a preguntarle el precio por los juguetes (yo entendí por los gestos) pero parece que no le alcanzaba para ninguno y se fue a vender, y me paré y le compre 5 autitos más...y el vendedor me regalo uno más, porque se dio cuenta lo que hacía... así que ahora en mi casa tengo mi hermosa colección de autitos...ja,ja...no... era una broma para que no te quedases dormido. Obvio le regalé los autitos al niño, quien no daba de asombro, de lejos la viejita lo llamó y el niño se echó el saco al hombro y trataba de guardar los autos en loss bolsillos, pero no le cabían....al niño se le sumó un problema que no tenía hasta el momento...donde mierda meter tanto auto??...y a mi, en medio de la nada y solo, la navidad cobró un sentido que yo ya lo estaba perdiendo.
Otro de mis momentos Polaroid, fue cuando trabajaba en una empresa y por un evento que íbamos a hacer tuve que entrar al subterráneo mas polvoroso del Museo Nacional de Bellas Artes. Y ahí en los muebles archivado estaba...un niño!!...ja,ja... no, nada que ver, otra broma despertadora...Bueno, prosigo, en un archivo había un galvano. Una placa recordatoria que le regaló Estados Unidos a Chile. En el se podía apreciar un trozo minúsculo de una piedra negruzca manchada que parecía arena mojada. Era un pedazo de la Luna que trajo el primer viaje espacial tripulado a la Luna, envuelta en una esfera de cristal. No lo podía creer!!!, yo un enamorado de la luna tenía un trozo de ésta a sólo centímetros de mis ojos!! No pude parpadear en varios minutos, no quería perderme ni un segundo de esa magia.
(Me permitiré la duda si es que el hombre realmente llegó a la luna, si lo hizo con tecnología del 60....Porqué no ha podido repetir la hazaña hasta el día de hoy?)
Bueno quedo un poco extenso el Blog, espero que no haya sido un aburrimiento y que ojalá te haya logrado traspasar algo del hermoso calor que siento al recordar esas cosas.